lunes, 15 de febrero de 2016

¿Te acuerdas de mí?

#5
El local era algo oscuro. Demasiado para Paula, pero lo obvió. Debía pasárselo bien, tenía que hacerlo. Se fijaron en todo lo que les rodeaba: mesas de billar, barra de bar, mesas pequeñas, un futbolín, millones de máquinas, mesas rodeadas de gente jugando a las cartas… y sobre todo: mucha juventud.
Aquello les impresionó, pero no más que les dejasen entrar. Con el carné de Sergio y una sonrisa pícara de Miriam había sobrado. Menuda seguridad.
Los chicos y Miriam se pidieron un cubata cada uno, Paula una coca cola, y algo desventada.
—¿Echamos una de billar?—preguntó Gabriel.
Se acercaron hacia la única mesa que estaba libre y sacaron las bolas, más los tacos. Mientras todo era colocado el rubio dijo con una socarrona sonrisa:
—¿Chicos contra chicas?
—¡Claro!
—¿No creéis que os vamos a pegar una paliza?
Miriam alzó las cejas y le miró con ojos cansados.
—Eres un vacilón.
—No. Tan solo digo la verdad—sonrió.
Paula negó con la cabeza mientras aquellos dos discutían. Miró a Gabriel colocar las bolas en el triángulo y se fijó lo guapo que estaba. Espera, ¿qué?
No está guapo, se reprendió. Está normal, como ésta mañana.
—Gabi, tú y yo contra estos dos—dijo Miriam haciendo sobresaltar a Paula. ¿Ella con Gabi?
—Eso, y tú, Paula, conmigo—Sergio le rodeó los hombros a la turulata castaña, que miraba a su compañero de juego, distante.
El moreno miró a su amigo, después a Paula, luego a Miriam y más adelante otra vez a Paula. ¿A qué venía ese cambio de rumbo?
—A mí me da igual, os voy a ganar de todas formas—mintió. No le daba igual, claro que no. Él quería ir con Sergio, ¿o con la pareja de Sergio?
Con Sergio, claro.
—Eso habrá que verlo—dijo Paula alzando el taco.
—¿Quién empieza?
—Nosotros, Paula ¿tú primera?—le respondió a Miriam.
—Vale.
—¿Qué va a ser?—preguntó Gabriel.
Paula miró la mesa, las bolas amontonadas en un triángulo perfecto y su amiga sonreírle desde el otro lado. La gente alborotada mientras jugaban y a Gabriel otearle fijamente. Le dio a la bola blanca, y una rayada entró por la esquina derecha.
—Rayadas—contestó, mirándole a los ojos. Dirigió la vista a Sergio y se agachó para colocarse. Situó el taco entre sus dedos, deslizándolo unas cuantas veces. Al final, empujó de nuevo la bola blanca, que golpeó la 10, y ésta la 15, y se deslizaron ambas por la misma esquina.
—¡Joder!—exclamó Sergio riendo.
El otro joven le miró bajo sus pestañas, asintió sonriendo hacia ella y le dio paso para continuar. El hecho de que supiese jugar al billar le hacía atrayente. ¿Un movimiento tan simple como fruncir el entrecejo y mirar una pelota blanca debía ser tan seductor?
No, se repitió de nuevo, negándose la visión de Paula.
Esta vez, la chica probó con la bola número nueve, pero el final no dio resultado. Quedó justo al lado de la misma esquina por donde las otras dos habían entrado.
—Nos toca—exclamó Miriam. Se adelantó antes de que Gabriel le dijese lo contrario y con un movimiento bastante brusco, le dio a la bola blanca.
Quiso hacer una jugada parecida a la de su amiga, sin embargo, se quedó en la nada. La bola golpeó el número 13, y ésta quedó en mitad de dos esquinas.
—Creo que deberíamos apostar algo—apuntilló Sergio, cuando metió dos pelotas en dos jugadas.
—¡Claro! Ahora que estáis ganando, no te fastidia…
—¿Tienes miedo, Miriam?—le picó.
—Pues no. ¿Qué apostamos?—entró al trapo de mala manera.
El seductor Sergio sonrió al darse cuenta que se había salido con la suya. Ya tenía a Miriam metida en el bote para apostar algo. Miró a su amigo, que negó con la cabeza varias veces.
—No tío, no apostamos nada, qué no llevo casi dinero.
—No tiene por qué ser económico.
—¿Qué?—preguntó Paula.—Nada de apuestas, que con presión seguro que perdemos.
—Qué negativa—cuchicheó Gabriel aposta. Paula se giró con las mejillas coloradas pero no dijo nada, él, en cambio, sonrió por dentro al ver la ternura de su gesto.
—Bueno va, quién pierda, paga la comida de mañana—finalizó la morena.
Todos asintieron conformes y siguieron con el juego.
Al acabar Sergio, continuó Gabriel, quién dejó a todos fascinados metiendo tres de golpe.
—Mmm, se pone interesante.

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