viernes, 1 de abril de 2016

¿Te acuerdas de mí?

#10
-¡Paula! ¿Vas a salir ya del baño? ¡El avión se nos va y tú te quedas aquí!-bromeó Miriam desde la cama.
Ya habían recogido todo lo necesario, y no entendía que hacía Paula, la mejor amiga de la puntualidad, tardando. Paco y los alumnos deberían de estar ya en el hall del hotel mientras ellas dos desperdiciaban el tiempo.
-Miriam: ¡no puedo salir!
La morena se extrañó. Bufó y rebufó, y luego se levantó. ¿Qué le ocurría?
-¿Pero qué te pasa?
La puerta de repente se abrió, asustando a ambas. A pesar de que la castaña no había dormido en toda la noche, no parecía un zombi. Se mordió el labio unos segundos antes de exclamar:
-¡Ayer Sergio me besó!
Su amiga abrió los ojos de par en par, turulata. Pero, ¿cuántas copas había bebido su amiga de más la noche anterior?
-¿Qué dices?
-¡Qué sí, que sí! Estaba saliendo del ascensor y…
Se dispuso a contarle lo sucedido rápidamente. No les sobraba tiempo, pero necesitaba un consejo cuanto antes de su mejor amiga. ¿Cómo iba a salir y mirarle a la cara al chico?
¡Se moriría de vergüenza!
Y luego estaba Gabriel. ¿Él sabría algo? Esperaba que no, por qué no quería que pensase cosas que no eran. Aunque, razonándolo bien, a él a lo mejor ni le importaba.  Desde luego, aquellos pensamientos no le hacían nada bien.
-Mira Paula, tú ahora tienes que salir. Porqué aunque Sergio te haya besado o no, el avión despega, y nosotras nos quedamos aquí. Por lo que nos vamos abajo, y si quieres ni les decimos hola. Tal vez él ni se acuerde… ¡Estaba borracho! No pasa nada, eso le ocurre a cualquier amigo de confianza.
Paula miró a la morena. A lo mejor tenía razón. Ella nunca se había emborrachado, y seguro que Sergio no se acordaba de nada. Sin embargo, no ocurrió como ellas pensaban, por qué cuando aparecieron por el hall, Sergio se puso más rojo que un tomate.
Claro que se acordaba. ¡Y también del guantazo que le soltó Paula después!
-¡Buenos días, señoritas!-exclamó Gabi, acercándose a ellas más contento que unas pascuas.
Se aproximó más a Paula, y ésta tuvo que bajar la cabeza para ocultar el rubor en sus mejillas. Aún recordaba el bailoteo de ayer y las mariposas en su estómago.
-Hola Gabi-contestó Miriam.
En ese momento, Sergio apareció, haciendo que el color de los carillos de Paula aumentase el triple. No se atrevía ni a mirarle a la cara.

-¿Se te ha comido la lengua el gato?
La pregunta del moreno le hizo sonreír. El avión estaba en lo alto de las nubes, como sus pensamientos. Miriam iba un asiento más atrás que ellos dos, y Sergio a su lado. Agradecía la consideración que había tenido su amiga al sentarse con él. Necesitaba aclarar las cosas, pero no podía.
Sergio la miraba desde atrás.
¿Qué le había pasado anoche? Paula le parecía guapa. Le pareció el primer día que la vio, y también cuando a veces se la cruzaba por los pasillos del instituto. Pero…¿por qué le había besado?
Dicen que los niños y los borrachos no mienten, y él hizo lo que sentía en ese momento.
¿A caso Paula le gustaba?
No. No podía gustarle.
Era la chica de Gabi. Su amigo de siempre. Bueno…, técnicamente no lo era, y… Gabriel tampoco había dicho nada de que le gustase. ¡Pero se le notaba a kilómetros! Se pasaba el día con ella, gastándole bromas y haciendo cualquier jugarreta para que Paula le prestase atención.

Ojalá se hubiese quedado quieto bailando con Miriam anoche. Porqué en ese momento no se acordaría de los sentimientos que bulleron en su interior cuando le besó. Estaba claro que ocurría, y debía reprimirse.

La llegada a España fue bastante rápida. Los padres de Paula acudieron a abrazarle nada más verla. ¡Cómo habían extrañado a su princesa! Estuvieron hablando durante unos minutos en el aparcamiento del aeropuerto, hasta que Miriam y sus padres aparecieron.
-Creo que deberías hablar con Sergio-murmuró ésta.
-Ya... Pero es que...
-¡Vamos, Paula! Yo te acompaño si quieres, pero tienes que hacerlo ahora.
La chica, más segura de su amiga le acompañase, caminó hacia el rubio. Estaba solo, pues sus padres hablaban con Paco mientras él metía las cosas en el maletero. Cuando las vio, se quedó más que sorprendido.
-Sergio, yo...
-Dime.
Se miraron durante unos segundos, sin saber que decir o que hacer, hasta que Paula habló, casi atragantándose:
-¿Te acuerdas de lo que pasó anoche?
Miriam oteó el intercambio de miradas, sabía que el chico se acordaba. Estaba un noventa y nueve por cien segura, pero se extrañó cuando éste habló:
-No. ¿Qué pasó?
Ambas chicas se sorprendieron, y Paula por dentro sintió una tranquilidad inmensa. 
-Nada. Da igual, ¡me voy!
Corrió al coche de sus padres, que le llamaban, y montó en él. Cuando los dos jóvenes se quedaron solos, la chica no pudo reprimirse:
-¿Por qué le mientes?
Sergio, sin saber muy bien porqué lo había hecho, miró a Gabriel, y el coche que salía del aparcamiento. Entonces, inseguro de saber que pasaría, bisbiseó:
-Es mejor así.
Sabía que no lo era. Y que no debería olvidarse, pero su amigo no se lo merecía. Ni Paula tampoco. 
O eso creyó él.