lunes, 5 de septiembre de 2016

¿Te acuerdas de mí?



#16
-¿Cuántas llevas ya?
-¡Y yo qué sé! Aprende a pasártelo bien, Paulita-respondió una achispada Miriam.
Estaban en la puerta de la discoteca, entre la multitud, haciendo el cutre botellón de siempre para ponerse a tono y entrar más animada al local. La verdad es que no se lo estaba pasando bien. Desde la escenita del baño, Gabriel había vuelto a cerrarse en banda. No había manera de hablar con él, ni siquiera en el metro, cuando intentó sentarse a su lado. El problema fue la rapidez de Alejandra, y cómo en menos de dos segundos ya estaba sentada a su lado.
¿A qué jugaba esa chica?
No la conocía de nada pero empezaba a caerle fatal.
-¿En qué piensas?
La pregunta de Sergio le sorprendió. Él también parecía más contento de la cuenta, y eso le daba un poco de miedo. La última vez que lo vio así, habían terminado besándose. ¿Él se acordaría?
Claro que lo hacía.
No había pensado en otra cosa desde que la vio entrar por la puerta del bar. Estaba excesivamente guapa, pero sabía que Gabriel se le había adelantado. No entendía por qué se comportaba así con su amigo; pero  no podía controlarlo.  Simplemente pensaba en la idea de él y Paula juntos y se le formaba un nudo en el estómago. ¿Cómo acabaría la noche?
-En nada. ¿Y tú? ¿Cómo llevas los dieciocho?
-Bien, bien-rio, brevemente.-Aún no me he acostumbrado a ser mayor de edad.
Ella sonrió cortésmente. No sabía qué decirle más. Era Sergio, y en Ámsterdam se lo habían pasado en grande juntos. ¿Por qué le resultaba demasiado incómodo hablar en ésos momentos?
Miró a Miriam en busca de ayuda, sin embargo, se encontró con las carcajadas de la morena al lado de Manuel. ¿Qué hacía? ¿Ahora no se acordaba de su novio Miquel?
Daniel, un chico de segundo de bachiller, se acercó con dos cuba litros en la mano. Le entregó uno a Paula y le dio un sorbo al suyo. Ella no supo muy bien que hacer con él.
-No has bebido nada en toda la noche.
-No me apetece beber.
Eso sorprendió al joven, pero levantó los hombros, sin quitarle la mirada de encima. Hacía un rato había visto a su amigo Gabriel mirar a aquella chica durante un buen rato. Y le entró la curiosidad.
-¿Estás saliendo con Gabriel?
La chica, quien le había dado un sorbo al vodzca con limón, se atragantó. Sergio tuvo que darle unos  golpecitos en la espalda, mientras ella, con los ojos aguados por el esfuerzo, intentaba recomponerse.
-Pues no. ¿Por qué lo dices?
-Todos hemos visto cómo se levantaba cuando tú has ido al baño.
-Bueno, ¿y?
Estaba roja cómo un tomate, y agradeció que la noche cubriera aquel gesto.
Daniel, al ver las respuestas directas y agridulces de la muchacha, enseguida supo que algo había entre los dos. Sus ojos volaron a los de Gabriel, que miraba la escena un poco malhumorado.
-Tranquila Paula, no pasa nada. Él esta noche está entretenido con Alejandra-decidió picarle.
La chica no contestó. Se le encogió el estómago y tuvo que hacer de tripas corazón para apartar la mirada del susodicho y darle un trago a la bebida.
A Sergio no le gustó ese gesto, pero no dudó en aprovechar la oportunidad que el destino le brindaba. Por eso mismo, una vez habían entrado en el local, con la música martilleando los oídos de todos los jóvenes y el aire denso divagar por el rostro de todos ellos, se acercó más de lo normal a Paula. Decidiendo así  disfrutar de su cumpleaños a lo grande. 
Bailaron un par de canciones, sin ningún tipo de intención de la castaña, que se lo pasaba realmente bien, mientras unos ojos castaños observaban la escena, enfurecidos.

martes, 23 de agosto de 2016

¿Te acuerdas de mí?

#15


¿Te lo pasas bien?
Miró el mensaje varias veces desde su posición. ¿Qué quería Gabriel? ¿Por qué no se acercaba y hablaba con ella cómo dos personas normales? Ah, ya. ¡Era Gabriel!
No contestó, pero sí le miró a los ojos. Se encontró con los suyos, desorbitados al percatarse de la ignorancia de su amiga. ¿Lo había vuelto a hacer? ¿Le había ignorado de nuevo?
Se enfadó y siguió la conversación con Alejandra, una buena compañera de clase.
Paula, quién  llevaba toda la noche observando aquella conversación, se cabreó. No quiso decir nada y habló con Manuel, que no paraba de sacarles conversación a las dos chicas para que se sintieran cómodas.
-¿Qué queréis estudiar?
-Ni idea-bufó Paula.
Otra cosa que martilleaba su cabeza. ¿Qué hacía el año que viene en bachiller?
-Yo aún no lo sé, pero filosofía me llama la atención.
-¿En serio?-preguntó el chico, admirando a Miriam.
Esa asignatura la tenía atragantada en su curso. A parte, la profesora no ponía mucho de su parte y les hacía la vida imposible a todos los estudiantes.
-Sí… O algo de letras. Matemáticas se me da fatal-carcajeó, bebiendo de su coca-cola.
Las risas llamaron la atención de Sergio, que las miró con cariño acercándose a ellas. Sin querer (o queriendo), terminó sentado en frente de una Paula incómoda.
-¿Lo pasáis bien?
Otra vez la maldita preguntita, pensó Paula.
-Muy bien. Manuel es el único que nos habla, pero bueno…
-¡Miriam!-le reprendió la amiga.
Era verdad que el chico era el único que les hablaba. Los demás con un solo “hola” se habían apañado y las habían ignorado rápidamente. Entre los demás metía a Gabriel, por supuesto. Pero tampoco era para decirlo a la ligera.
-¿Qué pasa? Es la verdad.
Los tres rieron, mientras la castaña se acababa el último bocado de su plato. Estaba hinchada a más no poder y dudaba que bailara mucho esa noche.
Su mirada, de nuevo, se dirigió a Gabriel. Parecía tan cómodo. Tan feliz. Dudaba que le hubiese visto de esa manera en el viaje. De normal trataba bien a todo el mundo y se reía con ellos, pero aquella noche era diferente. Diferente en el mal sentido de la palabra, pues no podía evitar pensar que estaba así por la tal Alejandra que no dejaba de tocarle el brazo distraídamente.
Comprendió el mundo de Gabriel. El mundo de los mayores y en el que ella no estaba invitada. Se dio cuenta de que las ilusiones siempre salían mal, y no dudó en que Gabriel quería una mujer cómo ellas, no una niña cómo se sentía Paula en esos momentos.
-¿Estás bien?-le preguntó Sergio al verla un poco más blanca de lo normal.
-Sí, sí. Tranquilo. ¿Vamos a tardar mucho en irnos?
-Supongo que no. ¿Por qué?
-Por nada. Voy al baño.
Se levantó corriendo. No quería seguir allí. Necesitaba echarse agua en la cara y despejarse para recordarse que esta noche debía pasarlo bien. No podía dejar que Gabriel le fastidiase sólo por su actitud.
Lo que pasa es que todo ocurrió muy rápido, y no se dio cuenta que al abrir la puerta del baño, había dejado entrar a Gabriel.
Sus miradas se encontraron en el espejo. Cuando éste puso el pestillo sólo provocó que el corazón de la chica bamboleara mucho más rápido. ¿Por qué hacía eso?
-Esto es un baño de mujeres. ¿Te has confundido?
-Más quisieras tú que me confundiese.
Se giró hacia él, mientras el moreno acercaba su cuerpo al de la chica. La tensión se volvió a formar, pero esta vez mucho más densa. Por un momento le pareció que las paredes del baño menguaban, y que el espacio se hacía cada vez más pequeño. Dejando los cuerpos de los dos a una distancia reducida.
-¿Qué quieres?
-Tengo algo pendiente-murmuró, mirando sus labios.
-¿Ah, sí?-exhaló la joven, percatándose de lo que se avecinaba.
Todo empezó a girar y por un instante la idea de vomitar le pareció la adecuada. Pero no pudo llevarlo a cabo mucho tiempo, pues las manos del chico acariciaron su cintura, derribando todo tipo de pared entre los dos.
Se acercaron más, poco a poco, chocando los cuerpos.
-Sí-dijo casi en un susurro. Acarició el óvalo de la castaña con sus nudillos y se mojó los labios, aproximándolos a los otros, rojos y abiertos.
No obstante, el destino jugó de nuevo con ellos. Movió las fichas del tablero y los dejó en una posición mucho más incómoda que la de hace unos días.
Miriam, con su actitud dicharachera, tocó la puerta exclamando:
-¡Paula, nos vamos ya! ¿Estás lista?
Al instante, el hechizo se rompió y Gabriel no pudo evitar cabrearse.
-¡Joder!

viernes, 12 de agosto de 2016

¿Te acuerdas de mí?

#14


-¿Y qué pasó?
-Nada…
-¿Cómo que nada?
-Pues eso, nada. Me dijo que debía ir a casa, porqué su madre le estaba esperando. Y…
-¿Y?
-Y fin, Miriam. Se acabó la historia. No ha vuelto a hablarme. Y tampoco le he visto en el instituto.
Así era.
Después de aquel momento tan apasionado, se habían quedado con cara de tontos mirándose, hasta que el chico se separó con la mala excusa de tener que ir a su casa. Paula, al escucharlo, no supo si reír o ponerse a llorar en mitad de la calle.
¿Pero qué clase de excusa era esa?
-¡Joder con Gabi! Me ha fallado… Era el momento perfecto para besaros.
El sonrojo cubrió los carillos de la joven castaña. No podía evitar pensar en un final bonito para aquel día, pero su cabeza no hacía nada más que repetirle  la estúpida excusa del chico.
-No le gusto Miriam.
-¿Estás de coña, verdad?
-¡Pues no! Y no sigas con el tema, que bastante tengo con las ilusiones que ya me he hecho cómo para que me haga más y la hostia sea más grande.
-Bueno, vale. Con el tiempo se verá.
No quiso responder. Se mordió la lengua y siguió maquillándose. Aquel sábado era el cumpleaños de Sergio, y muy a su pesar, éste las había invitado a las dos. Primero cenarían en un bar y después todo el grupo cogería el metro para pasar la noche en la discoteca más cercana.
Sabía que en la cena se encontraría con Gabriel, y con muchos más amigos. Pero intentaba que eso no le afectara demasiado.
-¿Y qué pasa con Sergio?
-¿Qué pasa con él?
-Ya sabes, Paula, el beso…
Cuando lo dijo ambas callaron. Eso parecía un tema tabú desde que habían llegado a España. Ninguna quería hablar del tema. Paula porqué se seguía sintiendo culpable, y Miriam porqué sabía la verdad del asunto.
-Él no se acuerda.
-Yo creo que sí. A lo mejor si hablas con él…
¡No! Hablar con él, no. Le daba pánico. No entendía el porqué, sin embargo, pesaba que la respuesta del chico alteraría todo su sistema nervioso, y todo lo que estaba ocurriendo con Gabriel. Por eso mismo, decidió no poner más problemas en su vida.
-No. Mejor no.
-Paula…
-¡Vamos a pasarlo bien!
Con esa frase, Miriam decidió callarse. Su amiga no cambiaría nunca, y sabía que lo que menos le gustaba eran los quebraderos de cabeza.
Al llegar al bar, se sintieron pequeñas. Pero pequeñas de verdad.
Todo el alumnado de segundo de bachiller (o casi todo), estaba sentado en una gran mesa del salón. Entre ellos pudieron reconocer a varios. A Brian, el chico por el que todas las féminas del instituto babeaban; a Luisa, la matrícula de honor; Leonor, una chica de lo más insoportable; Manuel, el tercero del grupo de Gabi y Sergio; y muchos más.
Por eso, cuando se quedaron paradas cómo pasmarotes, agradeció que su amiga fuera pizpireta y enseguida se presentara por las dos:
-¡Hola! ¿Hemos llegado tarde? Soy Miriam y ella es Paula.
El primero en levantarse fue Sergio, para después que le siguiese Gabriel. Estaba atónito. Su amigo no le había dicho nada de ellas. Pensaba que estarían los de siempre, por lo que la visita de Paula lo descolocó un tanto.
A parte, dudaba que el vestido negro que llevaba le dejara concentrarse mucho en la cena. Estaba guapísima con el pelo liso y los labios rojos. Parecía mucho más mayor de lo que  era, y tan sólo se había arreglado un poco.
-Hola.
-Hola, ¿qué tal?
No contestó. No le apetecía soltarle: mal, idiota, te fuiste antes de darme un beso.
-Felicidades, Sergio.
-Gracias Paulita.
No pudo evitar abrazarle. Los dos amigos sentían lo mismo, y los dos tenían las mismas intenciones aquella noche con Paula.
¿Acabaría bien?


miércoles, 27 de julio de 2016

¿Te acuerdas de mí?

#13


-Sabes, deberíamos quedar los cuatro de nuevo.
-¿Sergio, Miriam, tú y yo?
-Sí. ¿No te apetece?
Pues no, quiso decir la chica. No le apetecía mirar de nuevo a Sergio, y más cuando le  evitaba cada vez que le veía en el instituto. Y otra cosa era Gabriel. Seguro que con la mala suerte que tenía se atragantaría con la comida, tiraría un vaso al suelo o se tropezaría con la pata de una silla.
Definitivamente, no iba a salir con ellos.
-Sí, claro.
Aquella respuesta, escueta, le supo de poco al chico. ¿A ella no le apetecía quedar con él y hablar? Tal vez podría comentárselo a Sergio para que les dejasen solos. Y así que surgiera lo que tuviera que surgir.
Aunque no le convencía del todo.
Ella misma le acababa de decir que no quería entrar en el instituto. A lo mejor era para escapar de las últimas clases y no para estar con él, cómo había estado pensando todo el rato.
¡Vaya!
Qué complicado era entenderla…
-Paula, ¿por qué has botado?
-Por culpa de Miriam.
-¿Cómo?
-Pues eso-respondió, un poco malhumorada. No sabía por qué, pero no le gustaba que ella y Gabriel se tuviesen que haber juntado sólo por haber botado. Esperaba que el chico le invitase a pasear una tarde, pero ni siquiera se había dignado a hablarle después de lo del otro día.
-Porqué quería saltar y me ha metido a mí-prosiguió.-Y mira, aquí estoy, y ella allí.
-¿Y si ella se tira por un puente tú también?
Eso le puso de peor humor. Gabriel lo había dicho intentando que ella se riese, pero por lo que observó, no era un buen momento para reír. Por eso, con las mejillas completamente coloradas, Paula bisbiseó:
-Qué gracioso eres Gabriel.
Al final, ninguno de los dos habló. Estaban molestos. Cada uno por algo diferente, pero por razones parecidas. La palpable tensión hacía que el camino hacia ningún lado se hiciese mucho más incómodo de lo normal.
Paula no soportaba que él se lo tomara todo a la ligera, y él no aguantaba que Paula lo cogiera todo a mala leche. Tal vez los polos opuestos eran ellos y ni siquiera se habían dado cuenta.
-¿Se puede saber qué te pasa conmigo?-explotó el moreno.
Frenaron el paso, quedándose en mitad de la calle con la mirada perdida el uno con el otro.
¿Que qué le pasaba?
Pues muchas cosas…
-¿A mí?
-No, ¡a mí!
-Pues nada. ¿Y a ti, qué te pasa?
-Mira, Paula, a mí no me pasa nada. Eres tú la que ni se digna a mirarme por los pasillos, ¡ni siquiera en el patio!
También era verdad. Pero tenía sus razones. Gabriel no le había hablado, y él también le giraba la cara de vez en cuando…
No sabía ni qué pensar. Estaba demasiado nerviosa, demasiado para pensar con claridad y pedirle perdón a Gabriel. Desde aquel baile en el hotel de Ámsterdam ansiaba algo que no tenía ni idea de qué se trataba.
De repente, la letra de una canción le vino a la mente; y aquello pareció ablandar su ácido comportamiento últimamente.
Tal parece que yo me acostumbré a ti en un solo día,
Que te ando extrañando cómo si hace años que te conocía,
Tal parece que yo en un solo baile te entregué mi vida,
Tal parece que el sentimiento venció las reglas que había…
A lo mejor era eso. Y lo único que esperaba era a Gabriel. Tal vez los días en Ámsterdam eran más anhelados de lo que ellos pensaban.
Aquí parecía que la naturalidad no surgía igual.
-Yo…
Empezaron a caminar, pero no se dieron cuenta de que cruzaban un paso de peatones en rojo. El cuerpo de la chica avanzó más que el de él, por eso mismo, y con una rapidez que le pareció asombrosa, cogió en volandas sus caderas y la salvó del coche que no tenía intenciones de parar.
El rostro de ambos quedaron a pocos centímetros, igual que sus corazones, que bombeaban al unánime; acelerados.
¿Y ahora, qué?