miércoles, 27 de julio de 2016

¿Te acuerdas de mí?

#13


-Sabes, deberíamos quedar los cuatro de nuevo.
-¿Sergio, Miriam, tú y yo?
-Sí. ¿No te apetece?
Pues no, quiso decir la chica. No le apetecía mirar de nuevo a Sergio, y más cuando le  evitaba cada vez que le veía en el instituto. Y otra cosa era Gabriel. Seguro que con la mala suerte que tenía se atragantaría con la comida, tiraría un vaso al suelo o se tropezaría con la pata de una silla.
Definitivamente, no iba a salir con ellos.
-Sí, claro.
Aquella respuesta, escueta, le supo de poco al chico. ¿A ella no le apetecía quedar con él y hablar? Tal vez podría comentárselo a Sergio para que les dejasen solos. Y así que surgiera lo que tuviera que surgir.
Aunque no le convencía del todo.
Ella misma le acababa de decir que no quería entrar en el instituto. A lo mejor era para escapar de las últimas clases y no para estar con él, cómo había estado pensando todo el rato.
¡Vaya!
Qué complicado era entenderla…
-Paula, ¿por qué has botado?
-Por culpa de Miriam.
-¿Cómo?
-Pues eso-respondió, un poco malhumorada. No sabía por qué, pero no le gustaba que ella y Gabriel se tuviesen que haber juntado sólo por haber botado. Esperaba que el chico le invitase a pasear una tarde, pero ni siquiera se había dignado a hablarle después de lo del otro día.
-Porqué quería saltar y me ha metido a mí-prosiguió.-Y mira, aquí estoy, y ella allí.
-¿Y si ella se tira por un puente tú también?
Eso le puso de peor humor. Gabriel lo había dicho intentando que ella se riese, pero por lo que observó, no era un buen momento para reír. Por eso, con las mejillas completamente coloradas, Paula bisbiseó:
-Qué gracioso eres Gabriel.
Al final, ninguno de los dos habló. Estaban molestos. Cada uno por algo diferente, pero por razones parecidas. La palpable tensión hacía que el camino hacia ningún lado se hiciese mucho más incómodo de lo normal.
Paula no soportaba que él se lo tomara todo a la ligera, y él no aguantaba que Paula lo cogiera todo a mala leche. Tal vez los polos opuestos eran ellos y ni siquiera se habían dado cuenta.
-¿Se puede saber qué te pasa conmigo?-explotó el moreno.
Frenaron el paso, quedándose en mitad de la calle con la mirada perdida el uno con el otro.
¿Que qué le pasaba?
Pues muchas cosas…
-¿A mí?
-No, ¡a mí!
-Pues nada. ¿Y a ti, qué te pasa?
-Mira, Paula, a mí no me pasa nada. Eres tú la que ni se digna a mirarme por los pasillos, ¡ni siquiera en el patio!
También era verdad. Pero tenía sus razones. Gabriel no le había hablado, y él también le giraba la cara de vez en cuando…
No sabía ni qué pensar. Estaba demasiado nerviosa, demasiado para pensar con claridad y pedirle perdón a Gabriel. Desde aquel baile en el hotel de Ámsterdam ansiaba algo que no tenía ni idea de qué se trataba.
De repente, la letra de una canción le vino a la mente; y aquello pareció ablandar su ácido comportamiento últimamente.
Tal parece que yo me acostumbré a ti en un solo día,
Que te ando extrañando cómo si hace años que te conocía,
Tal parece que yo en un solo baile te entregué mi vida,
Tal parece que el sentimiento venció las reglas que había…
A lo mejor era eso. Y lo único que esperaba era a Gabriel. Tal vez los días en Ámsterdam eran más anhelados de lo que ellos pensaban.
Aquí parecía que la naturalidad no surgía igual.
-Yo…
Empezaron a caminar, pero no se dieron cuenta de que cruzaban un paso de peatones en rojo. El cuerpo de la chica avanzó más que el de él, por eso mismo, y con una rapidez que le pareció asombrosa, cogió en volandas sus caderas y la salvó del coche que no tenía intenciones de parar.
El rostro de ambos quedaron a pocos centímetros, igual que sus corazones, que bombeaban al unánime; acelerados.
¿Y ahora, qué?