miércoles, 1 de febrero de 2017

¿Te acuerdas de mí?

#18
-¿Qué haces?-exclamó, separándose.
Gabriel se quedó con el rostro desencajado, y los labios aún arrugados por el beso reciente. No sabía qué decir. ¿Ella no quería que lo besara?
A Paula se le subieron los colores a las mejillas. No tenía ni idea de por qué había hecho eso, pero se arrepintió al momento. Y más al ver el rictus del joven.
-Yo…hmm…pensaba que querías, Paula. Lo siento.
“Tierra, trágame”, repitió una y otra vez. Lo que menos quería era que su amiga estuviera incómoda. Ahora parecía un estúpido. ¿Eso quería decir que Paula no sentía lo mismo? No podía ser. Le había seguido el beso al principio, pero luego, se había separado como si quemara. ¿Entonces?
¡Qué complicada era!
-Da igual-susurró la castaña, aún sin saber hacia dónde se dirigían sus acciones.
Aunque no tardó en darse cuenta.
Aquella noche, Gabriel no le había besado solamente a ella, sino que también probó los labios de Alejandra. Y eso, quisiera o no, le supuso cierta inseguridad. Alejandra era más mayor que ella, y a su parecer, más guapa. ¿Gabriel la preferiría a ella?
Puede, le carcomió la conciencia.
Puede que sólo buscaba probar, para ver cómo se sentía. Y eso le hizo sentirse peor. Ella no quería eso.
Gabriel, en cambio, no sabía que responder al susurro de la chica.
Su cabeza se convirtió en un nido de pájaros en un momento. No era tonto, y notaba cuando alguna chica estaba interesada en él. ¿Por qué pensaba que con Paula todo era diferente?
Si él decía izquierda, a ella le parecía mucho mejor la derecha.
¿A caso no podían ponerse de acuerdo en nada?
-Me voy a casa-sentenció, después de observar el silencio del joven.
Era consciente que la tensión se debía al corte que acababa de darle, pero no por ello Gabriel dejaba de tener culpa. Alejandra seguía atormentando sus pensamientos, y no pudo evitar que le fastidiara.
A veces pensaba que la única que se preocupaba era ella.
-Voy contigo.
Asintió sin querer darle más vueltas al asunto. Necesitaba pensar, de manera larga y tendida. Eso no era algo que debía tomarse a la ligera. O eso se dijo a si misma.
Pidieron un taxi, uno que les costó mucho más caro de lo que pensaban, y que terminó pagando Gabriel. En todo el trayecto ninguno fue capaz de pronunciar palabra. Para el simple beso que acababan de darse, todo dio la vuelta, convirtiéndose en un hecho mucho más intenso de lo normal.
Los sentimientos más escondidos florecían, y ninguno era capaz de enterarse.
Ambos bajaron en el portal de la joven, a partir de ahí, Gabriel se iría andando a casa. Esperaba poder dormir después de la noche tan ajetreada que acababan de tener.
Al llegar, a Paula le dio un vuelco el estómago, y por un momento sintió vértigo. Vio su reflejo en los cristales de la puerta, con el pelo hecho un estropajo y la raya del ojo corrida. Si Gabriel le había besado aseguraba que no era por lo guapa que estaba.
En esos segundos, aquellos que parecieron eternos, se dedicó a replantear de nuevo la situación.
¿Por qué tenía que ser tan cuadriculada?
Tal vez, si se dejara llevar, sería más feliz.
Lo contrario de vivir es no arriesgarse, recordó a Fito y Fitipaldis, aquella frase que ella tanto defendía y que no cumplía nunca.
Por eso, cuando Gabriel le cogió la mano para volver a pedirle perdón, decidió arriesgarse ella, y no él.
¡Que le den a Alejandra!
Estiró las manos agarradas y lo acercó a ella. El chico, atónito, la dejó actuar. Ahora le tocaba a ella. Le besó suavemente, saboreando los labios que hacía días no se podía quitar de la cabeza. Se le encogió el estómago y el sentimiento de valentía se fundió por todo su cuerpo.
¿Por qué debía privarse de aquello que tan feliz le hacía?
Sin embargo, cuando dejó de sentir la calidez en su boca, abrió los ojos. Gabriel, con la mirada mirada de asombro, respondió:
-¿Qué haces?
¿Qué?
El rojo se apropió de su cara, pero cuando vio la irónica sonrisa en las mejillas del moreno, le miró con reproche.
-Te la debía-bromeó, acercándola de nuevo a su cuerpo.
Esta vez, los dos se besaron con entusiasmo. Entre sonrisas, aquel portal se convirtió en uno de sus sitios favoritos.
-¿Te veo el lunes?-preguntó el chico, amargándose al recordar que aquel fin de semana estaba en el pueblo, y que no podía verle.
-Claro.
Se volvieron a besar, una y otra vez. Besos cortos, largos, con sonrisas de por medio y con el corazón en la mano.
No querían que la noche acabara.

-¡¡Despierta!!
-¡Mamá, que es sábado!
Pero su madre no le contestó. Paula renegó durante un buen rato en la cama. Jugó con el edredón entre sus dedos y dejó que el sábado le sorprendiera. Y tanto que lo hizo.
Lo primero que vio fue un mensaje de Gabriel, y aquello le hizo sacar una sonrisa.
El día empezaba mejor que bien.
“Buenos días Paulita”
Simple pero eficaz.
Estuvo todo el día aprovechándolo al máximo. Ayudó a su familia con la limpieza general, y después, se dispuso a empezar los deberes y los esquemas para estudiar. Tenía exámenes, y no quería jugársela a un día sólo de estudio.
Sobre las cinco de la tarde, recibió otro mensaje.
Y se le iluminó la cara al pensar en Gabriel.
No obstante, él no era el remitente, sino Sergio. Se sorprendió notablemente. No lo esperaba, y terminó dándose cuenta de que ayer se fue de su cumpleaños sin decir nada.
Aprovechó aquel momento para pedirle perdón, pero el chico quería hablar con ella esa tarde, en persona, al parecer.
Como no tenía nada que hacer, le propuso quedar en media hora en un bar.
La duda le envolvió el pensamiento.
¿Qué querría?
Cuando llegó, se recibieron con dos besos.
-Sergio, perdona por irme anoche, no me encontraba bien-se disculpó atropelladamente.
No quería perder el tiempo, se sentía mal.
-Tranquila. ¿Sabes qué Gabriel también se fue?-le preguntó, aunque sabía de sobra la historia de anoche.
Gabriel le había llamado para contárselo esa mañana y a él no le había sentado bien. Los celos se habían apoderado de su persona en cuanto se enteró, y decidió arriesgar él también.
Eran amigos, pero lo que sentía por Paula iba más allá.
O eso creía él.
-¿Ah, sí?-respondió, ocultando la felicidad que sentía al recordar la pasada noche.
No sabía por qué, pero pensaba que era mejor ocultarlo.
-Sí, me lo dijo antes de irse-la escudriñó con la mirada.
Parecía que a Paula le daba vergüenza admitir los acontecimientos de ayer. O eso o no tenía la confianza que necesitaba para contárselo.
Pero bueno, lo obvió.
Él quería decirle unas palabras, y allí, sentado en aquel viejo bar le pareció el sitio más adecuado.
Era el momento.
-Paula, ¿recuerdas el beso en Ámsterdam?

¿Qué?

lunes, 23 de enero de 2017

¿Te acuerdas de mí?

#17
El ruido de los tacones era lo único que se escuchaba en la noche. Sí que es verdad que esa había sido la peor idea que podría haber tenido en años, pues no era fan de ir sola por la calle a las tantas de la madrugada. Sin embargo, no soportaba el jolgorio que había en la discoteca, cuando lo único que quería era estar en casa sin ver a nadie. No comprendía porqué había dado ese giro rotundo la noche. De estar bien, bailando, a que el alma se le cayera a los pies.
Tal vez el simple hecho de ver a Gabriel enrollándose con esa tal Alejandra le había carcomido la cabeza. Sí. Tal vez era eso.
No obstante, ya no tenía miedo de admitir lo que pensaba desde hace tiempo. Le gustaba Gabriel. No podía decir algo en concreto, pues era él, en conjunto. La manera de mover las facciones al reír, como le brillaban los ojos al hablar o simplemente la mirada perdida que ponía cuando estaba pensativo.
Eso era un avance, se convenció a sí misma, una y otra vez. Pero, la verdad es que la realidad le había vuelto a golpear en la cara. ¿Qué quería él? ¿Y ella?
Después de esa noche sabía que no todo iba a ser igual, y que seguramente haberse ido de la discoteca sin avisar a nadie le iba a pasar factura cuando se enterasen sus amigos. Pero le daba igual. Por un momento, le apetecía volverse una egoísta y ponerse a ella misma delante de todos.
Sentía una presión en el pecho, como cuando piensas que tu mejor amigo no te va a decepcionar nunca, y después es el que más daño te hace. No sabía si aquella herida era reparable, pues no tenía casi experiencia en esto del amor. Por ello, cuando los ojos se le llenaron de lágrimas, se maldijo a ella misma. No debía llorar.
Caminó deprisa por la calle, mientras se dirigía a una parada del autobús. Ni siquiera sabía qué hacía. Si llamaba a sus padres, estaba segura que irían a por ella, pero no quería despertarlos y preocuparles. El problema era que no tenía otra opción.
Mientras buscaba en la agenda de contactos, un golpe en el brazo le sorprendió. Le cogieron fuertemente y la acercaron hacia un pecho duro. Al instante, dio un chillido.
-¡No grites Paula!
La voz de Gabriel consiguió tranquilizarle. ¡Dios mío!
-¿Y por qué me asustas?-preguntó, aún sin despegarse del abrazo.
El chico remoloneó, la apretó un poco más y después se separó, para mirarla a los ojos. Aquellos que esa noche no estaban cubiertos por las gafas de pasta, si no que brillaban con dulzura.
-Me has asustado tú cuando no te he visto en la discoteca, y más luego cuando he salido y no te encontraba por ningún sitio-le reprendió, y era verdad.
Cada paso que daba por la gran calle, y no la veía, se asustaba. Por la noche podían pasar muchas cosas.
-Lo siento, no me encontraba bien.
-¿Y por qué no nos has avisado? Así alguien hubiera ido contigo. A lo mejor si me lo hubieras pedido…
Pero le interrumpió:
-No te he visto muy preocupado de mí esta noche. Además, estabas ocupado.
Se mordió la lengua al instante. Si es que no podía callarse ni queriendo…
-¿Estás celosa, Paulita?-dijo, con una socarrona sonrisa.
Se acercó un poco más al cuerpo de la chica, y esta retrocedió, golpeándose la espalda con la pared de plástico.
-¿Qué dices? ¡Pues no!
-Pues yo creo que sí.
La joven rodó los ojos.
En verdad sí que estaba celosa. ¡Cómo para no estarlo! Se le había revuelto el estómago nada más ver la escena, y la idea de vomitar en el baño le había parecido muy adecuada.
En cambio, el moreno se fijó en las facciones de la chica. Tan distintas a las de Alejandra que conseguían confundirle. No sabía por qué razón había besado a Alejandra. Tal vez tenía mucho acumulado, pues a quién de verdad quería besar estaba delante de él. La chica se acercó en la discoteca, y fue la primera en lanzarse. Y él, sin inmutarse, le siguió el juego.
Aunque en esos momentos no estaba orgulloso.
-Cree lo que quieras.
Se quedaron en silencio, mirándose. La noche no estaba yendo como todos esperaban y ninguno sabía cómo iba a acabar.
-¿Quieres irte a casa de verdad o prefieres dar una vuelta?
Paula sonrió cuando Gabriel formuló aquella pregunta. Seguía confundida por el beso que le había dado Alejandra, pero no podía reclamarle nada. No eran pareja, ni estaban tonteando siquiera. Pero, por una parte, al preguntar aquello, le dio a pensar que quería pasar tiempo con ella.
-Vale-musitó, con las mejillas sonrosadas.
Agradeció al cielo que estuviera oscuro, pues si no el chico ya se habría burlado de aquel rubor.
Caminaron en silencio, de nuevo. Pero un silencio mucho más cómodo que los de antes. Uno pacífico y lleno de palabras que ninguno sabía expresar. Puede que, en esa noche, y después de los momentos que habían vivido, era el momento de expresar lo que ambos sentían. ¿De que tenían miedo?
Se sentaron en un banco, cerca del otro. Hacía frío, pero Paula no lo iba a admitir, pues quería pasar aquel momento allí. Justo en ese punto. Se relamió los labios, con la esperanza de que Gabriel diera el primer paso.
No obstante, no lo dio.
-¿En qué piensas?
Aquello al chico le vino de improviso. No dejaba de pensar en ella, y le frustraba. Sabía que Paula también sentía por él, y no entendía por qué no se lanzaba. ¿Cuántas señales necesitaba?
-En ti.
Lo musitó con sorna, pero con la verdad en los ojos. Y la joven lo vio claramente. El corazón bombeó rápido en su pecho, como una locomotora, y decidió soltarse ella también.
-Yo también.
Él sonrió, captando la mirada de su compañera. Quería besarla. Justo en ese momento. Pero sabía que lo que había hecho esa noche estaba mal.
-No quería besar a Alejandra.
Paula no supo que decir. Se había olvidado completamente, y que se lo recordara, le puso de mal humor.
-No he visto que te haya forzado.
-Ya. Pero no pensaba en ella.
¿Y en quién pensabas, en mí?, dijo mentalmente, mordiéndose los labios.
No sabía qué hacer. Ella también besó a Sergio en Ámsterdam. Sin embargo, el chico le había tomado por sorpresa, y ni siquiera se acordaba. No era igual.
-Bueno, ya lo has hecho.
El silenció volvió a inundar el ambiente. Realmente, Paula no estaba enfadada con él, sino con ella misma. A lo mejor, si hubiese expresado lo que sentía mucho antes, no estarían en esa situación.
-A veces hay que arriesgar para cambiar las cosas Paula.
La indirecta le supo agria. Ella no había arriesgado. Había huido, y esas eran las consecuencias. Por una vez, decidió quitarse el cinturón, y sacar la cabeza por la ventana. Puede que, así, entendiese mejor la vida.
-No sé cómo hacerlo.
Hablaban entre líneas, pero entendiéndose a la perfección. Los dos estaban acobardados, cuando no había nada de malo en abrir el corazón.
Entonces, a Gabriel se le encendió el pecho. Se acercó más a ella, pasándole los dedos por el pelo, y acariciando a cada paso que daba. Esta vez, nadie les iba a interrumpir.
-Yo puedo explicártelo.

Y fue cuando la besó.

lunes, 5 de septiembre de 2016

¿Te acuerdas de mí?



#16
-¿Cuántas llevas ya?
-¡Y yo qué sé! Aprende a pasártelo bien, Paulita-respondió una achispada Miriam.
Estaban en la puerta de la discoteca, entre la multitud, haciendo el cutre botellón de siempre para ponerse a tono y entrar más animada al local. La verdad es que no se lo estaba pasando bien. Desde la escenita del baño, Gabriel había vuelto a cerrarse en banda. No había manera de hablar con él, ni siquiera en el metro, cuando intentó sentarse a su lado. El problema fue la rapidez de Alejandra, y cómo en menos de dos segundos ya estaba sentada a su lado.
¿A qué jugaba esa chica?
No la conocía de nada pero empezaba a caerle fatal.
-¿En qué piensas?
La pregunta de Sergio le sorprendió. Él también parecía más contento de la cuenta, y eso le daba un poco de miedo. La última vez que lo vio así, habían terminado besándose. ¿Él se acordaría?
Claro que lo hacía.
No había pensado en otra cosa desde que la vio entrar por la puerta del bar. Estaba excesivamente guapa, pero sabía que Gabriel se le había adelantado. No entendía por qué se comportaba así con su amigo; pero  no podía controlarlo.  Simplemente pensaba en la idea de él y Paula juntos y se le formaba un nudo en el estómago. ¿Cómo acabaría la noche?
-En nada. ¿Y tú? ¿Cómo llevas los dieciocho?
-Bien, bien-rio, brevemente.-Aún no me he acostumbrado a ser mayor de edad.
Ella sonrió cortésmente. No sabía qué decirle más. Era Sergio, y en Ámsterdam se lo habían pasado en grande juntos. ¿Por qué le resultaba demasiado incómodo hablar en ésos momentos?
Miró a Miriam en busca de ayuda, sin embargo, se encontró con las carcajadas de la morena al lado de Manuel. ¿Qué hacía? ¿Ahora no se acordaba de su novio Miquel?
Daniel, un chico de segundo de bachiller, se acercó con dos cuba litros en la mano. Le entregó uno a Paula y le dio un sorbo al suyo. Ella no supo muy bien que hacer con él.
-No has bebido nada en toda la noche.
-No me apetece beber.
Eso sorprendió al joven, pero levantó los hombros, sin quitarle la mirada de encima. Hacía un rato había visto a su amigo Gabriel mirar a aquella chica durante un buen rato. Y le entró la curiosidad.
-¿Estás saliendo con Gabriel?
La chica, quien le había dado un sorbo al vodzca con limón, se atragantó. Sergio tuvo que darle unos  golpecitos en la espalda, mientras ella, con los ojos aguados por el esfuerzo, intentaba recomponerse.
-Pues no. ¿Por qué lo dices?
-Todos hemos visto cómo se levantaba cuando tú has ido al baño.
-Bueno, ¿y?
Estaba roja cómo un tomate, y agradeció que la noche cubriera aquel gesto.
Daniel, al ver las respuestas directas y agridulces de la muchacha, enseguida supo que algo había entre los dos. Sus ojos volaron a los de Gabriel, que miraba la escena un poco malhumorado.
-Tranquila Paula, no pasa nada. Él esta noche está entretenido con Alejandra-decidió picarle.
La chica no contestó. Se le encogió el estómago y tuvo que hacer de tripas corazón para apartar la mirada del susodicho y darle un trago a la bebida.
A Sergio no le gustó ese gesto, pero no dudó en aprovechar la oportunidad que el destino le brindaba. Por eso mismo, una vez habían entrado en el local, con la música martilleando los oídos de todos los jóvenes y el aire denso divagar por el rostro de todos ellos, se acercó más de lo normal a Paula. Decidiendo así  disfrutar de su cumpleaños a lo grande. 
Bailaron un par de canciones, sin ningún tipo de intención de la castaña, que se lo pasaba realmente bien, mientras unos ojos castaños observaban la escena, enfurecidos.

martes, 23 de agosto de 2016

¿Te acuerdas de mí?

#15


¿Te lo pasas bien?
Miró el mensaje varias veces desde su posición. ¿Qué quería Gabriel? ¿Por qué no se acercaba y hablaba con ella cómo dos personas normales? Ah, ya. ¡Era Gabriel!
No contestó, pero sí le miró a los ojos. Se encontró con los suyos, desorbitados al percatarse de la ignorancia de su amiga. ¿Lo había vuelto a hacer? ¿Le había ignorado de nuevo?
Se enfadó y siguió la conversación con Alejandra, una buena compañera de clase.
Paula, quién  llevaba toda la noche observando aquella conversación, se cabreó. No quiso decir nada y habló con Manuel, que no paraba de sacarles conversación a las dos chicas para que se sintieran cómodas.
-¿Qué queréis estudiar?
-Ni idea-bufó Paula.
Otra cosa que martilleaba su cabeza. ¿Qué hacía el año que viene en bachiller?
-Yo aún no lo sé, pero filosofía me llama la atención.
-¿En serio?-preguntó el chico, admirando a Miriam.
Esa asignatura la tenía atragantada en su curso. A parte, la profesora no ponía mucho de su parte y les hacía la vida imposible a todos los estudiantes.
-Sí… O algo de letras. Matemáticas se me da fatal-carcajeó, bebiendo de su coca-cola.
Las risas llamaron la atención de Sergio, que las miró con cariño acercándose a ellas. Sin querer (o queriendo), terminó sentado en frente de una Paula incómoda.
-¿Lo pasáis bien?
Otra vez la maldita preguntita, pensó Paula.
-Muy bien. Manuel es el único que nos habla, pero bueno…
-¡Miriam!-le reprendió la amiga.
Era verdad que el chico era el único que les hablaba. Los demás con un solo “hola” se habían apañado y las habían ignorado rápidamente. Entre los demás metía a Gabriel, por supuesto. Pero tampoco era para decirlo a la ligera.
-¿Qué pasa? Es la verdad.
Los tres rieron, mientras la castaña se acababa el último bocado de su plato. Estaba hinchada a más no poder y dudaba que bailara mucho esa noche.
Su mirada, de nuevo, se dirigió a Gabriel. Parecía tan cómodo. Tan feliz. Dudaba que le hubiese visto de esa manera en el viaje. De normal trataba bien a todo el mundo y se reía con ellos, pero aquella noche era diferente. Diferente en el mal sentido de la palabra, pues no podía evitar pensar que estaba así por la tal Alejandra que no dejaba de tocarle el brazo distraídamente.
Comprendió el mundo de Gabriel. El mundo de los mayores y en el que ella no estaba invitada. Se dio cuenta de que las ilusiones siempre salían mal, y no dudó en que Gabriel quería una mujer cómo ellas, no una niña cómo se sentía Paula en esos momentos.
-¿Estás bien?-le preguntó Sergio al verla un poco más blanca de lo normal.
-Sí, sí. Tranquilo. ¿Vamos a tardar mucho en irnos?
-Supongo que no. ¿Por qué?
-Por nada. Voy al baño.
Se levantó corriendo. No quería seguir allí. Necesitaba echarse agua en la cara y despejarse para recordarse que esta noche debía pasarlo bien. No podía dejar que Gabriel le fastidiase sólo por su actitud.
Lo que pasa es que todo ocurrió muy rápido, y no se dio cuenta que al abrir la puerta del baño, había dejado entrar a Gabriel.
Sus miradas se encontraron en el espejo. Cuando éste puso el pestillo sólo provocó que el corazón de la chica bamboleara mucho más rápido. ¿Por qué hacía eso?
-Esto es un baño de mujeres. ¿Te has confundido?
-Más quisieras tú que me confundiese.
Se giró hacia él, mientras el moreno acercaba su cuerpo al de la chica. La tensión se volvió a formar, pero esta vez mucho más densa. Por un momento le pareció que las paredes del baño menguaban, y que el espacio se hacía cada vez más pequeño. Dejando los cuerpos de los dos a una distancia reducida.
-¿Qué quieres?
-Tengo algo pendiente-murmuró, mirando sus labios.
-¿Ah, sí?-exhaló la joven, percatándose de lo que se avecinaba.
Todo empezó a girar y por un instante la idea de vomitar le pareció la adecuada. Pero no pudo llevarlo a cabo mucho tiempo, pues las manos del chico acariciaron su cintura, derribando todo tipo de pared entre los dos.
Se acercaron más, poco a poco, chocando los cuerpos.
-Sí-dijo casi en un susurro. Acarició el óvalo de la castaña con sus nudillos y se mojó los labios, aproximándolos a los otros, rojos y abiertos.
No obstante, el destino jugó de nuevo con ellos. Movió las fichas del tablero y los dejó en una posición mucho más incómoda que la de hace unos días.
Miriam, con su actitud dicharachera, tocó la puerta exclamando:
-¡Paula, nos vamos ya! ¿Estás lista?
Al instante, el hechizo se rompió y Gabriel no pudo evitar cabrearse.
-¡Joder!