lunes, 2 de mayo de 2016

¿Te acuerdas de mí?

Antes de nada..., ¡siento la tardanza! Pero, ¡ya era hora! Nuevo capitulo... 
+1000 lecturas, ¡muchas gracias!

#11

Habían pasado dos días. Dos días desde que los cuatro amigos se despidieron en el aeropuerto. Dos días muy intensos para unos. Sobre todo, para Paula, que no sabía cómo volver a  mirar a Sergio a los ojos. Ni a Gabi, que llevaba hablándole desde la noche de la llegada a España.
-¿Has llegado bien?
-Sí, ¿y tú?
-Bien, con un poco de nostalgia ¿No echas de menos Ámsterdam?
-Demasiado, ojalá estuviésemos allí.
-Sí, ojalá.
Ojalá, cómo bien decían ellos. Porqué se echaban de menos, y mucho. A Paula se le retorcía el estómago cada vez que su móvil vibraba con un nuevo mensaje de Gabriel, y Sergio se desesperaba al verla en línea y no saber que decirle.
¿Qué hacía con sus sentimientos?
No podía simplemente dejarlos pasar, porqué ya los había sacado a relucir, y guardarlos era peor que cualquier cosa. ¿Y con Gabriel? ¿Se lo contaba?
Tal vez se enfadase con él…, pero no sabía qué hacer. ¿Estaba actuando mal?
El Lunes, cuando todo volvió a la normalidad, Miriam recibió a Paula con una sonrisa en el patio de su casa.
-¿Qué tal lo llevas?
-¡Fatal! ¿Por qué no nos hemos quedado allí?
La morena se carcajeó, echó su pelo largo hacia un lado y continuó con la caminata hacia el instituto.
-Pues porqué teníamos que volver, Paulita… Aunque, tú no echas de menos Ámsterdam, sino, más bien, Gabriel, ¿verdad?
-¡No!-exclamó, demasiado alto. Rebajó el tono de voz y la miró con reproche-:yo quiero volver a Ámsterdam por la ciudad, y por lo bien que nos lo pasamos…
-¡Venga Paula, no me cuentes historias! Qué te conozco.
-Bueno, ¡vale!
Estuvieron hablando durante un rato, y al llegar al instituto, sus amigas de toda la vida le recibieron con un fuerte abrazo.
-¿Qué tal?
Las acribillaron a preguntas, y antes de que se hubiesen dado cuenta, el timbre sonó, acabando con la amena charla.
Los pasillos les parecían angustiosos, feos, aburridos. Deseaban volver de vacaciones, pero, ¿quién no? Estaba claro que necesitaban al menos una semana para coger de nuevo la rutina, y después de eso, ya no echarían tanto en falta los días de fiesta.
Para los dos chicos fue exactamente igual.
Bueno, no tanto.
Gabriel notó la tirantez de Sergio cuando hablaba con él, no obstante, no le prestó demasiada atención. Se sentó junto sus colegas en clase y bromeó sobre el viaje, contando algunas anécdotas.
Cuando el timbre sonó por segunda vez, las jóvenes se dirigieron a su sitio habitual, debajo del árbol principal, y el grupo de segundo de bachiller se sentó justo en el banco de en frente.
Paula no se había dado cuenta, ni Miriam tampoco, pero cuando recibió un mensaje de Gabriel las mejillas se le volvieron de un rojo intenso, y la vergüenza hizo mella en cada poro de su piel. Sin querer, se puso nerviosa. Las piernas parecían pura gelatina, y sentía que si se levantaba del sitio, caería para atrás. Aquel efecto era nuevo para ella, pero le gustó demasiado.
¿No vas a venir a saludarme?
No le hizo falta levantar la cabeza para saber que estaba delante suyo. Oía las carcajadas de Sergio desde su sitio, y de alguna manera, aquello le hizo sentirse culpable. Aun así, dejando a un lado esos pensamientos, escribió:
-¿Y por qué no vienes tú?
A lo mejor tus amigas se enamoran de mí
Eso no le hizo ninguna gracia. Tanto fue así, que frunció el ceño y guardó el móvil en la mochila, de nuevo. A lo mejor le contestaba luego, o no. 
 A Gabriel no le agradó ese gesto, por lo que se levantó, y dispuesto a dejar claro que a él no le ignoraba nadie, caminó hacia ellas.
-¡Hola, Miriam!
-¡Hola!
Se dieron dos besos y ella no se levantó del sitio. Si pensaba que iba a afectarle de alguna manera… ¡Le afectaba muchísimo!
-Ah, hola, Paula.
Casi se echó a reír por la cara de mala leche que puso la susodicha. Acercó su cuerpo al de él y dándole dos besos por educación, contestó con demasiada frialdad:
-Hola.
Miriam no daba crédito a lo que sus ojos veían. ¿A qué venía ese comportamiento amargo?
Ellos tampoco lo sabían, y cuando llegaron a casa, y se dieron cuenta de lo mal que habían actuado, ninguno supo cómo arreglarlo. El chico lo quiso decir cómo una broma, y ella se lo tomó demasiado a pecho. Tal vez el WhatsApp sí que daba problemas, porqué en Ámsterdam se hubiesen reído por la tontería.
Lo que no sabían, era que los problemas acababan de empezar.