—En
persona, por supuesto—farfulló muy flojito.
—Las
que has tenido, ¿cómo han sido?—le retó. Acercó más su cuerpo al de ella, sin
darse cuenta, y apoyó la cabeza en ambas manos; como si le estuviese contando
lo más interesante del mundo.
La
chica notó la calentura cubrirle todo el cuerpo, y empezó a dudar de si su abrigo
no era demasiado grueso para aquel temporal. El viento que le azotó negó
aquella hipótesis.
—Pu…pues,
en persona—mintió.
Los
únicos roces que había tenido con chicos habían sido por WhatsApp, o,
rebuscando entre sus recuerdos, por el poco usado Tuenti. Tal vez aquel odio
hacia las relaciones virtuales era debido a que las otras habían sido un
auténtico desastre.
Miriam
alzó las cejas, pero no dijo nada, siguió de lo más entretenida observando a
aquellos dos conversar. Empezó a notar cierto jugueteo en el tono de Gabriel
que le hizo alertarse. ¿Qué tramaba aquel chico con su mejor amiga?
—¿Y
qué tal?
—Bien—volvió
a contestar escuetamente. ¿Qué podía decir? No tenía ni idea de lo que hablaba.
—¿Te
lo estás inventando?—urgió en la mentira.
—No.
El
rotundo “no” le alarmó. Tal vez tuviese razón, ¿y por qué no iba a tenerla?—se
dijo a él mismo. ¿A caso una chica como ella no debía tener ningún ex a sus
espaldas?
—¿Lo
conozco?—preguntó, en vez de disculparse.
—Quién
sabe.
Se
miraron de nuevo a los ojos. Paula con el ceño fruncido y Gabriel con las
comisuras de la boca tensas. Dejaron el tema. Se había convertido de una
conversación a un reto, y a ninguno le gustaba eso.
Miriam
carraspeó. Necesitaba encontrar un punto fijo en el humor de aquellos dos.
—¿Y
si nos vamos? Nos queda media hora para llegar.
—Me
parece bien—le siguió Sergio.
Cogieron
sus mochilas, se las pusieron en la espalda y dieron media vuelta hacia la
misma cafetería donde estaba Paco. El camino fue corto, más que al llegar. Tal
vez porque iban más rápido y esta vez ninguno de los cuatro había mencionado
una palabra.
.........
—¿Y
por qué tenemos que ir?—preguntó Paula repantigada en el sofá de la habitación.
Eran
las ocho de la tarde, el Sol hacía tiempo que se había escondido y las dos
amigas acababan de ducharse.
—Pues
porqué es la primera vez que nos invitan a un sitio así. Y no pretenderás
quedarte toda la excursión aquí metida ¿verdad?—Miriam alzó las cejas, rebuscó
entre su maleta la bufanda roja.
—Pero
es que no nos van a dejar entrar Miriam…—le regañó.
No
quería ir al casino con Gabriel y Sergio. Había sido idea del moreno la
quedada, y no le parecería mala idea si no fuese por qué hacía un frío de mil
demonios y no tenía ganas ni de moverse.
—¡Qué
sí que nos dejan! Maquíllate más y ya.
—Nunca
me maquillo.
—Jolín
Paula, deja de poner pegas—renegó la chica.
Se
puso las botas que había llevado por la mañana y se acercó a su amiga. Ya
estaban listas, pero Paula aún estaba decidiéndose en el color de la base.
—Deja,
yo lo hago—le arrebató la brocha y con suaves pinceladas le dijo:—aparte, están
muy buenos.
Paula
se carcajeó negando con la cabeza. Dejó que su amiga le maquillase e intento
pensar positivamente. Seguro que se lo iban a pasar bien—se convenció.
Cuando
acabaron, cogieron los abrigos junto con los guantes y bajaron por el ascensor.
Al llegar al hall, Sergio y Gabriel hablaban apoyados en la puerta. No se
percataron de su presencia, hasta que la morena tropezó con las botas.
—¿Estás
bien?—preguntó Sergio, cogiéndole del brazo. Había llegado a tiempo antes de
que la chica se hubiese dejado los dientes en el suelo.
—Sí,
sí—murmuró muerta de vergüenza.
Enderezó
su espalda y maldijo las horribles botas. Ya sabía que se iban a cachondear de
ella. Parpadeando con disimulo les dijo a los tres que le observaban:
—¿Nos
vamos ya?
Asintieron
al unánime, dirigiéndose hacia el local que solo sabían los chicos. Ellas, los
siguieron por detrás, y Paula, sin poder morderse la lengua, cuchicheó:
—¿Tenías
hambre?
Miriam
le golpeó un brazo mientras se echaban a reír. Continuaron caminando tiritando
de frío.
Muy bien princesita mía!!!!!,ahora ha esperar a la semana q viene...... ,xa el 5°capitulo.
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