viernes, 1 de enero de 2016

¡Feliz año nuevo!



¡Ton…! Diez…
¡Ton…! Once…
¡Ton…! Y doce…
¡Feliz año nuevo!
Teresa acaba de tragarse la última uva, y antes de que pueda articular palabra, ya es rodeada por unos pequeños bracitos. Mira hacia abajo, observando a su pequeño Raúl. El príncipe de la casa. Su ojito derecho.
-Feliz año abuela.
-Feliz año cariño.
Se agacha y le da un beso en la frente. Las mejillas del chiquillo enrojecen al segundo, le enseña una sonrisa tímida y corretea a jugar con su prima.
-¡Oye! ¿Y el champán cuando se abre?-exclama Luís, el primogénito de la familia, moviendo la botella en sus manos.
-¡Papá! ¿Otra vez?
Julia, con once años de edad, regaña a su padre. ¿Cuántas copas llevan sus tíos y él? Aún no sabe mucho del asunto, pero por las risas que lleva escuchando toda la noche…, unas cuántas.
-Cariño: ¡qué es Navidad!
-Si bueno…-bufa sonriendo.
Carmen se acerca a su hermano mayor, le arrebata la botella de las manos y la abre con emoción. El plop que emite llama al champán, y éste empapa el mantel de papel que habían comprado en la tienda de abajo.
-¡Joder Luís! ¡Todos los años igual!-se queja Marcos, el marido de Carmen.
-¡Va cuñado, no te enfades!
Moja los dedos en el charco y se los pasea por la frente, riéndose a carcajadas.
La broma hace reír a todos los presentes y Laura, el bebé de la casa que dormía plácidamente en la cuna, se echa a llorar. Beatriz se agobia, mira a su marido con un fingido enfado mientras coge a la pequeñina. El chupete le calma los sollozos y suspira aliviada. A continuación se la tiende a su hija mayor en el regazo para coger la copa que le tiende Luís.
-Venga va, dejarme decir unas palabras.
-Qué pesado eres hijo-murmura Antonio, negando con la cabeza.
Carraspea, mira a su madre y levanta la copa.
-Por un año igual o mejor que éste.
Teresa entiende la frase y se toca con disimulo el pañuelo que le ocupa la cabeza. A Carmen se le empañan los ojos mirándola.
Los seis adultos brindan, sellando la promesa para el 2016.
Ninguno puede vitorear de felicidad por que le haya tocado la lotería. Ni siquiera se puede hablar del trabajo, que tiene a Marcos en vela esperando a que le llamen. O Luís y Beatriz, que si pasan el mes, es un completo milagro. Ninguno ha hecho un viaje importante, ni han alquilado una casa rural para pasar las Navidades.
Sin embargo, pueden asegurar que la salud de Teresa está perfectamente. Y no hay mejor alegría que esa.
La mujer, se sienta al lado de su marido, le acaricia la mano y dice con guasa:
-Otro año más vejestorio.
El hombre le guiña un ojo bajo sus viejas gafas de pasta. Besa los labios de su compañera de toda la vida y murmura, para que solo ellos lo oigan:
-Y los que nos quedan Tere.

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